lunes, 15 de marzo de 2010

Buscando la guacamaya escondida

Hasta ahora, de las (pocas) figuras que han aparecido en estas tardes de lluvia puedo decir con cierta seguridad que han sido diseñadas por mi. De la que ha venido volando hoy (en realidad hace un par de semanas) no puedo decir lo mismo, o al menos no con la misma certeza.

El emblema de la Asociación Venezolana de Origami (AOV) ha sido desde hace muchos años una bonita guacamaya tricolor. Desde hace un tiempo he tenido el placer de conocer algunos de los amistosos miembros de esta asociación y no he conseguido dar con nadie que me diga quien fue el diseñador original de esta tropical figura.

Incluso me han contado la teoría de que la guacamaya nunca existió como origami, sino que un dibujante visionario la imaginó. A pesar de lo atractivo de la idea, o bien el dibujante sabía muy bien lo que se hacía o bien tuvo alguna inspiración real. Vista con atención, los ángulos, la forma del pico, la estructura general de la figura, son demasiado reconocibles, demasiado familiares, demasiado creíbles para cualquier origamista, como para pensar que alguien se lo inventó sin más. Aunque les diré que me encantaría conocer una figura de papel que no necesitase de diseñador para existir.

Ahora que no nos lee nadie, tengo la sensación de haberla visto asomar entre los cientos de figuras por plegar que todos los aficionados al origami tenemos en nuestros libros, archivos y recuerdos.

Como en mi actual casa no tengo casi ni libros, ni archivos y pocos recuerdos confiables, tras buscar por internet sin mucho éxito, me fui de expedición a buscar por mi cuenta y riesgo la guacamaya en cuestión. De paso, y aprovechando lo colorido del sujeto, traté de enfocar la tarea utilizando dos papeles para obtener el juego del plumaje. Para diseñarla utilicé un método que nunca me había servido antes, pero que era la única opción en este caso: comenzar con el dibujo de la figura terminada y tratar de llegar al cuadrado inicial.

Independiente de lo ajustado o no de mis resultados, independientemente de si la guacamaya original nació como origami o como desafío, les invito a que recreen también esta guacamaya. Lo interesante del reto es que, al contrario que en las historias de piratas, partiendo del tesoro tenemos que encontrar el mapa. Como toda aventura, la emoción está en la búsqueda.

Nota técnica: Hace tiempo tenía ganas de diseñar una figura de dos papeles para crear un animal con más de dos colores. Para este caso en cuestión: dos papeles kami bicolores de 15x15 cm. El papel rojo, a través de una base pez, da forma al cuerpo entero sin aprovechar la cara blanca. El papel azul da color a las alas (utilizando también la cara blanca, que en realidad debería ser amarilla) y ayuda a formar las patas. Por cierto, si alguien conoce la guacamaya original, les agradecería que me escribiesen para sacarme de dudas.

jueves, 25 de febrero de 2010

Chigüire

Primera entrada del año. Ya hacía como nueve meses que no había entradas en este blog, y hoy tampoco es que me apetezca escribir mucho, pero que quieren que les diga, a este chigüire le tocaba hoy y punto. Los chigüires son muy tozudos. No sé si han visto alguna vez uno de cerca, pero debajo de esa bola de pelo de aspecto pacífico y un poco bobo, late un espíritu rebelde.

No se dejan agarrar fácilmente. Incluso, el que la naturaleza prácticamente los haya despojado de orejas y cola, parece más bien alguna estrategia chigüiril para ponérselo difícil a los caimanes que pretendan darse un festín a costa de sus orondas redondeces.
De escurridizos, llegan a ser inclasificables. Que se lo pregunten a los desconcertados (y posiblemente hambrientos) curas que, venidos a América tras calamitoss viajes por océanos y sabanas, llegaron a la conclusión de que este descomunal roedor de costumbres acuáticas era un pescado. Conclusión: en cuaresma, no se precisa bula para agasajar al estómago con un jugoso chigüire.
Ambigüedades litúrgicas aparte, a lo que voy es que es muy difícil agarrar a un chigüire, sea en el Orinoco, en la taxonomía o en el origami. Esa sencillez de formas y a la vez carencia de atributos identificables, lo hacen paradójicamente inconfundible y simultáneamente difícil (y atractivo) para su representación. Excepto los acercamientos de Origami Weekly y David Llanque, los chigüires (o capibaras o carpinchos o como le quieran llamar) no se han prodigado mucho por el origami.

Que todo esto sirva para explicar mi sorpresa al encontrarme tan huidizo animal en estas tardes de lluvia.
Nota técnica: sencillito, sencillito. Cuadrado de papel kraft de 25 cm x 25 cm doblado en seco. El objetivo era conseguir una cabeza cuadrada y un cuerpo redondo, sin depender demasiado del moldeado final. Dejo a su objetividad si el resultado se parece o no a un chigüire. Yo no puedo negar que le he agarrado cieto cariño al bicho.