jueves, 25 de febrero de 2010

Chigüire

Primera entrada del año. Ya hacía como nueve meses que no había entradas en este blog, y hoy tampoco es que me apetezca escribir mucho, pero que quieren que les diga, a este chigüire le tocaba hoy y punto. Los chigüires son muy tozudos. No sé si han visto alguna vez uno de cerca, pero debajo de esa bola de pelo de aspecto pacífico y un poco bobo, late un espíritu rebelde.

No se dejan agarrar fácilmente. Incluso, el que la naturaleza prácticamente los haya despojado de orejas y cola, parece más bien alguna estrategia chigüiril para ponérselo difícil a los caimanes que pretendan darse un festín a costa de sus orondas redondeces.
De escurridizos, llegan a ser inclasificables. Que se lo pregunten a los desconcertados (y posiblemente hambrientos) curas que, venidos a América tras calamitoss viajes por océanos y sabanas, llegaron a la conclusión de que este descomunal roedor de costumbres acuáticas era un pescado. Conclusión: en cuaresma, no se precisa bula para agasajar al estómago con un jugoso chigüire.
Ambigüedades litúrgicas aparte, a lo que voy es que es muy difícil agarrar a un chigüire, sea en el Orinoco, en la taxonomía o en el origami. Esa sencillez de formas y a la vez carencia de atributos identificables, lo hacen paradójicamente inconfundible y simultáneamente difícil (y atractivo) para su representación. Excepto los acercamientos de Origami Weekly y David Llanque, los chigüires (o capibaras o carpinchos o como le quieran llamar) no se han prodigado mucho por el origami.

Que todo esto sirva para explicar mi sorpresa al encontrarme tan huidizo animal en estas tardes de lluvia.
Nota técnica: sencillito, sencillito. Cuadrado de papel kraft de 25 cm x 25 cm doblado en seco. El objetivo era conseguir una cabeza cuadrada y un cuerpo redondo, sin depender demasiado del moldeado final. Dejo a su objetividad si el resultado se parece o no a un chigüire. Yo no puedo negar que le he agarrado cieto cariño al bicho.